¿Si devolviéramos bien por cada afrenta? ¿Si respondiéramos con flores a los tanques? ¿Podríamos sembrar para recoger, inocular un potente antídoto inesperado y capaz de involucionar el rumbo siniestro de la deriva del mundo? ¿Y qué grado entonces, de daño, deberíamos estar dispuestos a soportar sin huir, o sin responder? ¿Son sólo los niños, los tontos, o los mártires, los que no se defienden? ¿Y los otros, me temo, son, somos, entonces los adultos, "los listos" o los supervivientes?... Pues entonces apaga y vámonos...
La extraordinaria bondad en el cuento de Fúsi, sin límites, ni cálculo, ni propaganda, obliga al auto-examen. Y sacude con melancolía a todo aquél que cumplió ya los suficientes años como para añorar el corazón intacto, y echar de menos andar sin escudo y la inocencia que perdió. Y sacude con melancolía también a todo aquél que cumplió ya los suficientes años como para constatar, ya sin tiempo para cambiar, ni esperanza, que, por el contrario, anduvo desnudo en exceso, y todo lo que no supo aprender para protegerse y sobrevivir.