jueves, 18 de agosto de 2016

Sauve qui peut (La vie) 1980 Jean Luc Godard

Salve quién pueda, su vida. Sálvese quién pueda de ella.

Sólo el tiempo "durante". Sólo el "mientras". Sólo los paseos en bici recorriendo bosques -si es que quede alguno en algún sitio-, los pocos instantes que dura un abrazo -si te atreves a darlo-, lo mucho que pueden prolongarse los besos -si olvidas que los das-, el segundo que tarda la suerte en darte una hostia que te cambia el rumbo: esos momentos que Godard rueda a cámara lenta, para que duren, son los únicos en los que volvemos a ser lo que siempre fuimos. En esos momentos nuestro cuerpo, él solo, consigue hacer enmudecer de golpe a toda la Historia de la Filosofía. Toda.

Diría que Godard sólo habla de eso. Todo el mundo prefiere vivir como si el tiempo no fuera con ellos. Pero quizá la peli ha envejecido mal o soy yo quién ya vio bastante más 40 años después. Sinceramente, creo que tanto del comportamiento humano, que prefiero ir olvidando lo que sé ya más por vieja que por sabia. Puto don de la videncia adquirida (en el kit de flacidez, oxidación y presbicia), que lo que se presenta con enigma y drama a mí ahora me resulta ingenuo, transparente y predecible. Supongo que al fin me hice adulta: el mundo ya me da vergüenza ajena. Ni siquiera hace falta echarle la culpa a los necios si a los listos ya les borraron la conciencia de especie. Y andan narcotizados por su propio reflejo en el estanque azul; midiendo el eco de sus sentencias, creyéndose a salvo salvándose el propio culo a golpe de horas muertas puliendo perfiles libérrimos de carpeta adolescente. Individuos individualizados mediante rebeldías de baja intensidad que no comprometen, impostadas, de catálogo, de manual de autoayuda, de saga Crepúsculo, de otaku, aspirantes a influencer, neutralizados mediante hipnosis colectiva a beneficio del marketing de un monopolio eléctrico hipercontrolado y frágil que en cualquier momento petará.

Supongo que al fin me hice adulta: la ficción me impacienta. Como las lobas viejas que prescinden de manada, prefiero andar sin lastre. Por fin comprendí el proceder del tiempo: y ya sólo es durante.

Gracias por las lecciones de antropología. Eso es todo, amigos. Os espero en el bosque.