miércoles, 8 de abril de 2015

Le temps qui reste (2005) François Ozon

-¿Y por qué me lo cuentas a mí?
- Porque eres como yo. Morirás pronto.
- ¿Sabes, Romain?
- ¿Qué?
- Esta noche... me gustaría irme contigo.

... Atrás quedan las mujeres locas, esta semana, por lo visto, me tocan hombres enfrentándose a la muerte; pero al contrario del Sr Badii, Romain no ha elegido acabar sino que el final se le impone inesperadamente, prematuro pero inapelable e inminente. Filmada de una forma muy sencilla y tan fría como Romain elije asumir la muerte: de forma ¿egoista?, sin público, sin drama, a solas, por decisión propia. ¿Qué otro espacio de libertad le queda sino decidir al menos su final? Como el Sr Badii. Como él, Romain no encontrará la serenidad que necesita en el desenfreno, sino en el recuerdo de la felicidad (su niñez) y la contemplación y el gozo sensual de la vida: el calor del sol, la visión del mar, el sabor de un helado de chocolate... el de las cerezas, diría el Sr Badii o el de los besos, diriamos Houellebecq y yo.

[3'5]