lunes, 1 de junio de 2015

Taurus (2001) Alexandr Sokurov

"- ¿Qué estamos haciendo? ¿Cuál es la tarea de la revolución?
- El humanismo.
-¿Y en qué consiste el humanismo? No lo entiendo. No consistirá en complacer a los cobardes, ¿no? Un sabio dijo: "Dame un punto de apoyo y moveré la Tierra". ¿Qué debemos hacer? Tengo una pregunta que hacerte. Cuando venías había un árbol caído que bloqueaba el camino. Supongamos que estaba. ¿Qué habrías hecho? Una solución sería esperar a que se pudra. ¿Cuántos años tardaría?
- Muchos años y difíciles.
- ¡Cierto!
-La segunda opción sería apartarlo del camino. Dejarlo a un lado.
- Hay una tercera solución.
- ¿Cuál?
- Destrozarlo con un hacha. ¡Muy bien, pues destrózalo! Sólo nos queda la violencia. La violencia es nuestro punto de apoyo.
- El Partido también.
- ¡A eso me refiero! Campos deficientes, piojos, analfabetismo. Hasta los del Politburo cometen errores ortográficos. ¡Estoy harto de corregir documentos!¿Es que tengo que hacerles escribir en latín? Hambre cada siete años. La gente bebe y se vuelve loca antes de los 30. La universidad se fundó 5 siglos tarde. Un invierno lo es con nieve o sin ella. Pájaros que caen muertos a la intemperie.¡Es abominable!"
Lenin agoniza y lo veremos a través de imágenes borrosas, oscuras, casi monocromas y de textura espesa (la película resulta incómoda para la vista, todo el tiempo forzada, no acaba de acostumbrarse) que Sokurov vira a azul, a verde, a sepia, exageradamente, consiguiendo sin embargo sumergirnos en el sueño, haciendo que resulte más creíble por cuanto resulta tan "real" como las fotografías que se conservan de la época: la dirección artística es impactante. Asombra también, como siempre, cuánto aprovecha la profundidad de campo en cuanto llena de personajes el plano, cómo los ordena, cómo mide y apura la teatralidad de sus gestos, de las caracterizaciones grotescas.

"Puedo yo solo. Yo solo."...pero Lenin no puede. Al padre de la Revolución su legendaria resistencia física no lo salvó de morir con sólo 53 años; ni su extremo racionalismo lo libra aquí de la demencia, ni del hastío de no encontrar más forma de acelerar la Historia que la violencia ("¿Quieres que ordene tu muerte?"). Y yo lo entiendo: será cosa de la misma edad o el zodiaco, sentir la misma decepción. A nadie nos libra nada de nada pero en todo caso, más que un final, sería para mí casi un principio, dejarme ir desde esa dacha, con un té esperando en el cenador, adormecida por trinos y viento suave, momentáneamente abandonada a mi (última) suerte, en un silloncito en ese mismo bosque, o en cualquier jardín, en cualquier momento.

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