El guión contextualiza e hilvana muy bien la sucesión de perfectas recreaciones de los cuadros de Hopper, uno de mis pintores favoritos, y también la época crucial de Estados Unidos en la que fueron realizados. El decorado irreal, tan fiel a los matices de tonos y a la luz de los cuadros, me hizo creer que la peli había sido rodada con los actores sobre un chroma y el resto eran efectos digitales en 3d. Sin embargo, descubro ahora que el set fue construido enteramente e iluminado de forma asombrosa, los cielos y paisajes que aparecen a través de las ventanas, pintados sobre paneles.
Reconozco al primer compás la mano y la voz de mi admirado David Sylvian (cuánto tiempo...) en la preciosa música de Christian Fennesz.
(Cómo no puedo capturar fotogramas de esta copia, extraigo de internet las imágenes que incluyo, sólo para recordar lo vivido.)
