viernes, 27 de marzo de 2015

Kwaidan (1964) Masaki Kobayashi

La dirección artística lo es: alguien disfrutó como un cochino imaginando esa puesta en escena teatral, pintando esos cielos imposibles, usando tan deliberada y pictóricamente el color (el contraste constante de complementarios, las pinceladas de rojo en un kimono o una sandía) y la luz (iluminando como un pintor tenebrista), encuadrando perfecto, conteniendo la música, esa hipnótica percusión japonesa, contando cuentos. Si el cine permite, entre otras cosas, re-crear mundos que no existen, recordarnos la experiencia del sueño, Kwaidan, sin tecnología ni efectos, lo consigue....¿Cómo es que me la he perdido tanto tiempo?

Pienso en lo bien que estaría disfrutarla en pantalla de cine y lo limitada que es mi percepción: como si estuviera juzgando cuadros por medio de los "cromos" de sus reproducciones en un libro de pintura, estoy viendo películas inmensas en la pantalla de dos palmos de un portátil... Sign of times.

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