sábado, 2 de mayo de 2015

Az prijde kocour (Un día, un gato) (1963) Vojtěch Jasný

Niños, niños y más niños: me gustan mucho los niños hasta que cumplen 11 años. Luego no. Los de 12 ya no. He intentado enseñar cosas a entes amorfos de 14 a 25 pero también a niños de 6 a 13 años. Esos son los que me interesan, los pequeños. Los niños pequeños son aún perfectamente justos, razonables, absolutamente honrados, libres, imaginativos. Los niños pequeños aún tienen una oportunidad. Una clase con niños pequeños en una escuela puede ser lo más parecido a un reino libre, salvaje y justo. He recordado el olor a pintura, las manchas, las risas, el descontrol, los gritos, las preguntas que siempre me sorprendían, las respuestas que yo misma descubría obligándome a inventar, el olor de los niños y los làpices, pequeños detalles que me conmovían, los descubrimientos, su concentración, su solidaridad, su empatía, su intensidad, su sinceridad, y de nuevo, más risas...

Tener la oportunidad de enseñar a pensar (lo que sea) a un grupo de niños (la materia da igual: enseñar es conectarlas todas) puede ser el trabajo más divertido y bonito que existe. Sigue además pareciéndome el trabajo más importante del mundo (un buen maestro, ese que es capaz de entregarse a la orgia tanto como para divertirse, es sin duda un héroe), además del más cansado de la tierra.

Sigo recordando aquellos pocos años como la experiencia más intensa, reveladora y útil de mi vida. Y una de las más divertidas. Me he acordado de todos los niños con mucha nostalgia y sonrisas. Espero que sus madres y sus padres -sus únicos defectos- no los hayan vuelto adultos locos, imbéciles o canallas. Aunque me temo lo peor.

Precioso cuento y fábula moral que me recuerda mucho en la forma a Tati, en la mímica del humor mudo, en el humor de la cámara. En la coreografía del color.
No he visto ninguna película que retrate tan bien lo que yo recuerdo. Que se detenga a observar tanto a personas sin crecer. Quizá por eso he sobrepasado lo razonable subiendo tantas fotos de niños: compensan las que yo no hice y me sirven de recuerdo de lo que viví.

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