Este ruso... Que escogió una cámara para expresarse, como hacen muchos, todos los realizadores, herramienta transparente que sólo obedece la razón del que la usa: la diferencia se hace evidente cuando alguien consigue domarla hasta hacerla bailar a su antojo. Esa es la diferencia. Y si pocos lo consiguen, la diferencia quizá estuvo en el valor de no esquivar el esfuerzo, la exigencia, la concentración. Y la diferencia que se hace palpable es el despliegue apabullante de soluciones formales, de experimentación que se presenta además ya depurada. La diferencia es la sensibilidad extrema que recoge todas las señales, que cuida cada plano y dentro, cada detalle, como un pintor decente. Señales en el aire, en el agua, en el fuego, en la tierra, en las sombras proyectadas, en los silencios. Señales a las que se invita a participar a todos los sentidos, incluso al olfato (me encanta ese plano en el que Masha "aspira" el olor de Holin): Tarkovski se me va revelando como un sensualista. Y lo que me producía rechazo en él leyendo su teoría escrita (soy latina: desconfío por principio de cualquier exhortación al sacrificio asociado a la creación), voy comprendiéndolo como honradez escrupulosa. Y el hombre que me parecía frío y riguroso, va desvelándoseme ardiente y volcánico, como muchos tímidos ("A Prayer for the Wild of Heart That are Kept in Cages/ Una oracion por los salvajes de corazon, encerrados en jaulas", escribía Tennessee Williams). Fiero como Iván. E igual de frágil. Desasosiego compartido, voy comprendiendo su voluntad de Verdad, de encontrarla, su interés por la filosofía sí, pero orgánica, su misticismo, también, pero carnal.
En esta ocasión también capturo docenas de fotograbas. A veces fotogramas clave de algunas secuencias enteras: toda la película es una fuente de ideas y recursos para cualquier aficionado a construir imágenes. No las amplío directamente en el post -basta clicarlas para eso- porque ocupan ya demasiado espacio y porque, como siempre, su función no es ilustrar mis textos (que son siempre prescindibles y superfluos, que sólo me sirven de ejercicio para divagar), ni contar la película (tampoco resumo nunca el argumento: no escribo una cartelera), sino facilitarme acceso rápido a un archivo de recuerdos y de ideas, a conexiones que mi memoria estableció por su cuenta.